miércoles, 3 de diciembre de 2008

Darío (Parte Uno)

Despertó un día mas deseando no haber estado ahí.
El ambiente estaba pesado y húmedo. El sol calentaba la oscura cortina de lino y un rayo se deslizaba por un espacio entreabierto de la puerta hasta la punta de su nariz.
Se dio la vuelta y se tapo la cara con la almohada, sin embrago el rayo no había desaparecido aún, ahora se posaba en su espalada.
“Debe ser casi medio día”- pensó. Un has de luz solar no hubiera sido tan relevante a otra hora del día.

Se levanto nostálgico, como solía levantarse hace mucho tiempo ya.
Como otros días, recordó momentos felices cuando papa todavía vivía con el y lo llevaba al campo para montar a caballo. Como disfrutaba de la sensación de inmensidad de las afueras y del viento acariciando su cara. Luego tarde en la noche, papa lo arropaba y le contaba un cuento fantástico de esos que solo él sabia contar para después, cuando estaba dormido, aunque el no los supiera, besarle la frente y contemplarle dormir.
Darío se sentía tan seguro, tan feliz…. Las cosas habían cambiado mucho desde ese entonces, ahora se sentía morir dentro de esas cuatro paredes, un prisionero en su propia casa y más aún un prisionero de sus recuerdos.
Que difícil es crecer, pensó, la vida es muy distinta cuando uno es niño.

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