domingo, 21 de diciembre de 2008

Amar y Dejar Partir

Hoy te dejo partir... por que te amo.

AMAR Y DEJAR PARTIR

Lo que algún día
tuvo comienzo
tendrá fin
somos lluvias
en un río de abril

Todo se marcha
todo nos deja
seguir
es pañuelo que se agita
vivir

Cuando no estés
serás una sed
hebra de luz
en mi ser
tu ser

Cuánto camino
hicieron mis pasos
aquí
hoy soy sólo los abrazos
que di

La arena sabe
amar y dejar partir
quién pudiera
tan liviano
fluir

Cuando no esté
me harás florecer
en tu recuerdo
y seré

Letra: Pedro Aznar / Música: Andrés Beeuwsaert

jueves, 11 de diciembre de 2008

Darío (Parte Dos)

Se puso de pie y apartó el mechón de pelo pegado a la cara. Tambaleando caminó hasta la puerta y de un manotazo la cerró, mientras que con la otra mano se restregaba el ojo izquierdo.
El cuarto se había tornado repentinamente en su cueva, esa cavidad subterránea donde el se sentía mejor que en cualquier otra parte.
Se tapo con la frazadita que la abuela le había tejido para su cumpleaños numero diez y que siempre lo mantenía caliente.
Últimamente prefería dormir antes que hacer cualquier cosa y el resto de las cosas las hacia por la noche. Se había vuelto un tanto taciturno y melancólico. Una de las pocas cosas que le gustaba hacer era escribir y cuando escribía el mundo dejaba de ser tan frió, para convertirse en una aventura por el espacio, por ejemplo, pues él recreaba todo lo que había en su mente en un pedazo de papel.
Pensaba que algún día seria reconocido por escribir historias que hicieran sentir bien a los demás, que los transportaran a lugares paradisíacos, que les dieran ganas de vivir, que era una de las pocas cosas que él no tenia ya.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Darío (Parte Uno)

Despertó un día mas deseando no haber estado ahí.
El ambiente estaba pesado y húmedo. El sol calentaba la oscura cortina de lino y un rayo se deslizaba por un espacio entreabierto de la puerta hasta la punta de su nariz.
Se dio la vuelta y se tapo la cara con la almohada, sin embrago el rayo no había desaparecido aún, ahora se posaba en su espalada.
“Debe ser casi medio día”- pensó. Un has de luz solar no hubiera sido tan relevante a otra hora del día.

Se levanto nostálgico, como solía levantarse hace mucho tiempo ya.
Como otros días, recordó momentos felices cuando papa todavía vivía con el y lo llevaba al campo para montar a caballo. Como disfrutaba de la sensación de inmensidad de las afueras y del viento acariciando su cara. Luego tarde en la noche, papa lo arropaba y le contaba un cuento fantástico de esos que solo él sabia contar para después, cuando estaba dormido, aunque el no los supiera, besarle la frente y contemplarle dormir.
Darío se sentía tan seguro, tan feliz…. Las cosas habían cambiado mucho desde ese entonces, ahora se sentía morir dentro de esas cuatro paredes, un prisionero en su propia casa y más aún un prisionero de sus recuerdos.
Que difícil es crecer, pensó, la vida es muy distinta cuando uno es niño.